Tuesday, October 29, 2013

¡Salud!


Cada vez que la chica que se sienta en el cubículo de al lado estornuda, sin pensarlo dos veces digo: "¡Salud!". Los demás, muy cortésmente dicen: "Bless you!". A los demás, les da las gracias, a mí no. Después de unos meses, consideré la posibilidad de que fuera ignorancia y no estupidez la razón de este minúsculo detalle del convivir laboral. Un día, tras ella disparar al aire un apoteósico estornudo, dije mi consabido salud y cuando no contestó traté de explicar: "Salud quiere decir 'health', en español". "Sí, yo sé. Tomé clases de español desde séptimo grado", contestó. La conversación se desvió, me explicó todos los años que estuvo aprendiendo español y las clases que tomó en las que tenía que conversar y ofrecer discursos en español. Me ofrecí a servirle de interlocutora si un día quería seguir practicando su español. En cierto momento, tratando de terminar el tema por el que aquella conversación había comenzado, añadí: “No me gusta decir bless you porque me suena tan invasivo… ¿qué pasa si eres atea? Con salud simplemente te estoy deseando salud”. A lo que puso cara de extrañeza y respondío: “Creo que aquí es una cosa más cultural. Me recuerda cuando en la universidad yo hacía algo bien pesado. Cuando alguien estornudaba le contestaba en un idioma diferente cada vez”. Nos quedamos mirando un momento y decidí terminar la conversación ahí mismo: “Bueno, la diferencia es que este es mi idioma. Tengo una buena excusa”. Desde entonces, cada vez que alguien estornuda en la oficina trato de responder un poquito más alto de lo normal: “¡Salud!”.  

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